martes, 30 de junio de 2009

Señor te ruego.

Señor te ruego tu complacencia
para que escuches mi negra pena,
estoy aquí en tu sagrado templo
pues me consume esta cruel condena.

Condenado he sido ante tu persona
por que he pecado sin menor reparo,
juzgado por ella y sentenciado en vida
sin entender el precio demasiado caro.

Dios tu que conoces mis entrañas lerdas
y esgrimes mis pensamientos vanos,
tu que me has visto llorar de angustia
reconozco lo que he hecho con mis manos.

En mi agonía y desespero me has mirado
y en el luto de mi pena estas consciente,
que las mieles del placer he saboreado
y que me he hundido en el tormento para siempre.

Que pecado tan absurdo me atormenta
y que falacia de la vida me he jugado,
si me amaba como loca y hoy se afrenta
por que el diablo hoy se ha puesto de su lado.

Tu que sabes hasta donde fui engañado
y seducido por la serpiente maleva,
has de tener para mi otro castigo
que no sea el alejarme de su lado.

Hoy más que nunca te necesito cerca
no entiendo cosas que pensaba saber,
me confunde que aparente insulsa
que nunca quiso saborear este placer.

Señor te ruego que ilumines mi destino
a distinguir lo absurdo de lo incierto,
poder quitar esta piedra del camino
y no desear frutas inmaduras de tu huerto.

Si es que he fallado como humano me arrepiento,
pero si he sido embaucado me defiendo,
si el albedrío que me diste he mal usado
entonces dame tu castigo, yo lo acepto.

Mas si en el juego del amor salí perdiendo
al ser vencido por el encanto pasajero,
yo te suplico señor me des clemencia
y escucha atento mi razón primero.

Tu me pusiste en el ruedo de las llamas
donde se queman los amores placenteros,
y al sucumbir en su calor mis armas
como mi padre Adán quede indefenso.

Si bien es cierto que la razón me escupe
en la cara lo débil de mi esfuerzo,
por que parece que yo he sido malo
cuando era ella la que me pedia eso.

¿Que se supone que debía sentir
si sus caricias me ofrecia en mi lecho?
¿Debía entonces de su lado dimitir
y ser culpado inocente por despecho?

¿O ser culpado habiendo consumado
en mis acciones el pecado saleroso,
seria mejor quedarme así callado
y ocultar de tu vista este gran gozo?

Por soberbio pecaría de una forma
y por cobarde la manera seria otra,
de las dos formas esta mal que ahora
deba perderla aunque la ame así de loca.

Por eso entonces celestial padre te pido
que si te ofendo por tu infinito amor, perdona,
y al infierno manda mi expediente, por que ella
sin que la mandes me recibirá en persona.

Pedro Tapia.

sábado, 27 de junio de 2009

Amor leal

Este amor ilegal que siempre ha sido leal,
que en el infortunio de la sombra sobrevive
y que al paso de las lunas crece mas,
no se amedrenta cuando todo va en declive
superando el coraje de las olas fuertes,
en la intimidad de sus besos robados
se van tatuando las almas en sus mentes,
se bañan con sus labios acariciantes
y se mojan con mas caricias ardientes,
este secreto que grita desesperado
llena de dicha todos sus encuentros,
y al esconderse bajo el cielo estrellado
mas se agudiza el hondo sentimiento,
intolerable socialmente para muchos
que tiran la piedra y esconden la mano,
los que aparentan su afrenta con murmullos
y que podrida llevan la conciencia en su pecado,
sus propios secretos que peores esconden
no les alcanzan mil vidas para redimirse,
pero se sienten jueces suficientes
para este amor condenar sin sucumbirse,
pero mientras el deleite por tenerse los posee
y las ganas por besarse los delata,
el mundo gira en la galaxia lentamente
y otro orgasmo universal casi los mata.

Pedro Tapia.

sábado, 6 de junio de 2009

Muerde mi boca.

Muerde mi boca sedienta
y dame el néctar de tu sabor,
aleja mi alma de este planeta
con el aroma de tu sudor.

Ofréceme el elixir sacro
imitando lenta la divinidad
del manto que descubre santo
tu cuerpo en fuego para venerar.

Vuelve a morder mi boca mojada
y juega traviesa sin estupor,
desmide el miedo de tu quijada
ya que te place infringir dolor.

Escucha el leve quejido mío
cuando tu empiezas a acelerar,
el movimiento nos enloquece
y no hay un freno para parar.

Muerde mi lengua que se doblega
ante la ardua lucha bucal,
deja que el aire pase un momento
por que se corta mi respirar.

Por un instante fugaz de muerte
flácida empiezas a desmayar,
te recuperas y me sometes
y pronto vuelves a comenzar.

Muerde mi pecho, jala el estribo
deja que nade en tu tibio mar,
soporta loca el escalofrío
que te recorre hasta el final.

Y cuando rompes entre mis brazos
el nudo ardiente de mi abrazar,
con la cadencia que dan tus pasos
pierdo mi juicio en tu caminar.

Aunque la luz del cielo se afrente
y sigas mordiendo mi carne en vela,
opacaras al sol con tu pasión ardiente
y entenderás que mi alma tiene alas y vuela.

Pedro Tapia.