sábado, 6 de junio de 2009

Muerde mi boca.

Muerde mi boca sedienta
y dame el néctar de tu sabor,
aleja mi alma de este planeta
con el aroma de tu sudor.

Ofréceme el elixir sacro
imitando lenta la divinidad
del manto que descubre santo
tu cuerpo en fuego para venerar.

Vuelve a morder mi boca mojada
y juega traviesa sin estupor,
desmide el miedo de tu quijada
ya que te place infringir dolor.

Escucha el leve quejido mío
cuando tu empiezas a acelerar,
el movimiento nos enloquece
y no hay un freno para parar.

Muerde mi lengua que se doblega
ante la ardua lucha bucal,
deja que el aire pase un momento
por que se corta mi respirar.

Por un instante fugaz de muerte
flácida empiezas a desmayar,
te recuperas y me sometes
y pronto vuelves a comenzar.

Muerde mi pecho, jala el estribo
deja que nade en tu tibio mar,
soporta loca el escalofrío
que te recorre hasta el final.

Y cuando rompes entre mis brazos
el nudo ardiente de mi abrazar,
con la cadencia que dan tus pasos
pierdo mi juicio en tu caminar.

Aunque la luz del cielo se afrente
y sigas mordiendo mi carne en vela,
opacaras al sol con tu pasión ardiente
y entenderás que mi alma tiene alas y vuela.

Pedro Tapia.

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