Los del pueblo secreteaban en la iglesia
Que una muerta se encontraron en el cerro,
Persignados se decían que la hallaron
Con las manos y la cara viendo al cielo.
El cura bendecía a los feligreses
Y de ejemplo les ponía la tragedia,
“nunca busquen la mujer del semejante
por mas bella y tentadora que parezca”.
Al salir del santuario religioso
Se escuchaban comentarios muy variados,
“que el marido la mato por traicionera
aunque luego apareciera calcinado”.
Que un fuereño fornido y con agallas
Le llego al corazón de la señora,
Con las rosas más preciosas la adornaba
Y con sus besos la invitaba a que soñara.
Y al saberse el ofendido desplazado
La mando por capulines al sendero,
Y recordándole su orgullo mancillado
La mato golpeándola primero.
Y el fuereño buscando a su adorada
Sin vida el cuerpo se encontró a su vera,
Con los versos que el un día le dedicara,
Y en su mano el crucifijo que le diera.
Enloquecido de rabia se arrastraba
Por el campo que sirviera de testigo,
Fue a buscar al señor de la señora
Y lo amarro, lo torturo y lo quemo vivo.
Por. Pedro Manuel Tapia Sánchez
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